sábado, 21 de febrero de 2009

Hermosos rosales.

Como me gustaría poder caminar por los rosales de la vida sin llorar, dejando las heridas sangrar sin preocuparme por el dolor que éstas han de causar, pero me es imposible pues soy temeroso, huyo del sufrimiento apenas lo huelo y contradictoriamente lo amo pues sé que sin él la monotonía haría de vivir un morir y de morir un descanso.
Es por esto que creo la vida es similar a un rosal, pues éste último muestra orgulloso al pasajero sus hermosos capullos, con vívidos colores y un aroma placentero pero aún así guarda un arma punzante detrás de tanta belleza puesto que si alguien osa arrancar una flor sin dudarlo se clavará, sufrirá y sangrará.
¿No es acaso así la vida? Ella nos tienta con sus hermosuras y somos nosotros los que decidimos arriesgarnos a tomarlas o no, sabiendo de algún modo que podemos sufrir y llorar lágrimas sangre. ¿No es una flor hermosa la existencia? Gracias a sus métodos de defensa ella puede hacernos gozar de lo bello y sufrir con lo malo, nos enseña a tenerle respeto, pues es la soberana del alma, nos muestra como la belleza merece ser contemplada y no ser arrancada del lugar en el que está, nos alecciona y aprendemos que si nos arriesgamos debemos asumir las posibles derrotas y no jactarnos de los posibles triunfos. No hay mejor maestra que ella, pues aunque duras son sus lecciones son las más claras y con cada vez que nos hace caer más sabiduría alcanzamos.

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